¡Hola! Blogueros
de O sea la feria, todo el mundo se ha dedicado a postear un montón de textos
dedicados a la buena o mala crítica de la feria, pero todos desde una vista de fuera,
es decir, desde la visión de un visitante más.
Después de
trabajar en la feria, tengo la oportunidad de dar una opinión más real de lo
que son las dos semanas de la Feria del
libro y he resumido lo peor de ser uno más de los expositores que
ahí se encuentran (trabajando en mi respectivo estand y desde un punto de vista personal, no
general, debo aclarar). Entonces ahí les va:
1. Condiciones
extremas del ambiente. Lastimosamente el invierno adelantó su entrada este año
en Santa Cruz. Debido a problemas internos en el departamento, la Feria del
libro tuvo que adelantar su apertura y sufrir del intenso frío. Y bueno, pues en
eso sufrimos todos, era terrible tener que atender a las personas cuando se te congelan
las manos y tener que soportar el clima hasta altas horas de la noche,
realmente uno salía congelado, (ya que la feria exposición no cuenta con un
sistema de calefacción del aire) a congelarse aun más afuera, uno de las peores
cosas por las que tuvimos que pasar varios expositores.
2. Las malas
comidas. Mis jefes, no fueron los que más
se destacaron por la generosidad o
filantropía hacia sus empleados en la feria. Las comidas (¿comidas?, si solo
eran pequeñas hamburguesas, un pollo mal
cocinado y a veces unas mini pizzas que no alimentarían ni a un pitufo)
que nos dieron no solo eran baratas, sino sin sabor, de dudosa procedencia y preparación, tanto así que casi renuncio al
tercer día debido a una indigestión y vómitos que estas me causaron, ojalá que
ellos se dieran cuenta de cómo tratan a sus empleados y no los vean solo como
máquinas de vender.
3. Los descansos
inexistentes. La mayoría de las
librerías otorgaba a sus trabajadores un tiempo estimado de 10, 15 o 20 minutos
para descansar. En mi caso no fue así, de los diez días trabajados solo hubo
una noche donde nos dieron un “tiempo libre “, a mí y a una compañera de
trabajo, para poder disfrutar algo de la feria, lo malo es que solo fueron diez
minutos, que se pasaron volando en solo recorrer el primer pasillo. Según lo
estudiado en administración cada persona debería tener unos minutos de descanso
para realizar un mejor trabajo, bueno no puedo culpar a mis jefes, no creo que
ellos hayan estudiado administración alguna vez ¿no?
4. Los nervios
de perder algo. El vender los libros no solo era parte del día a día de la feria,
el estar pendiente para responder dudas sobre ellos o decir los precios
tampoco. Es una gran vergüenza admitir que nuestra labor fundamental no era
nada más que evitar los robos. Sí,
lastimosamente algunas personas no van con las ganas de encontrar una buena lectura sino con el propósito de
apropiarse de lo ajeno.
5. No poder
disfrutar de la Feria del libro. Si, lo sé, una ironía, estando en ella y no
apreciarla. Simplemente era muy difícil y sin los descansos apropiados era muy complicado de disfrutar la feria como una
visitante más, hasta existía ciertas veces donde solo deseaba que se acabara,
no pude disfrutar de la Feria del libro este año.
6. Las
desveladas. Tener que salir casi a medianoche y llegar a tu casa en la
madrugada no es lo más recomendable si es que tienes clase de universidad en
las mañanas. Aparte del miedo de salir muy tarde en una ciudad no tan segura,
este trabajo me causó muchas faltas a
clases y un par de ojeras que no había tenido nunca.
Es curioso,
siempre que veía a las expositoras de la feria debo admitir que la envidia me
acompañaba. Cuando no me llamaron de la primera librería donde pregunté sobre
el trabajo sentí un poco de tristeza ya que
no iba a ser partícipe de este evento cultural en Santa cruz. Pero
ahora, no me arrepiento de haber trabajado, eso
sí, dejo este pequeño post
para demostrar que los expositores sí deben esforzarse para cumplir su trabajo durante los diez días de esta feria.
Expositora acomodando sus libros. |
¿Volverías a trabajar el año que viene?
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