El viernes 23
de mayo, Ruth Rendeiro autora del libro HASTA QUE EL CÁNCER NOS SEPARE, junto a Osman
Patzi, Roberto Navia y Alejandro Suarez hicieron un emotivo e interesante
conversatorio donde explicaban el sentido de este libro, basado en un
hecho real y viviente como es el caso de la autora. Ella habla de algunos
aspectos relacionados con la enfermedad del cáncer que la motivaron a escribir este
libro.
Una de las cosas
que me llamó la atención, fue cuando ella mencionó que con un grupo de personas
utilizaban la escritura como terapia. Creó un blog y empezó a escribir todas las cosas que no quería contar a su familia.
Es un ejemplo de vida bastante admirable donde hace ver que el cáncer sí se puede curar si se detecta tempranamente. Da un mensaje de fe y esperanza a todas las personas que están pasando por ese momento tan difícil y doloroso.
Es un ejemplo de vida bastante admirable donde hace ver que el cáncer sí se puede curar si se detecta tempranamente. Da un mensaje de fe y esperanza a todas las personas que están pasando por ese momento tan difícil y doloroso.
En medio del
conversatorio ella expresó muchos hechos bastante cómicos que hicieron reír al
público presente, contando algunas intimidades de su familia.
Hablando en lo que dijo "en portuñol" contó que una noche su marido llegó borracho y cuando él se acostó y roncó, ella revisó sus cosas. En la billetera, nada, en la camisa ninguna marca, ni olor sospechoso, pero se dio cuenta que no estaba su "cueca" (calzoncillo). Buscó, sacudió la camisa, el pantalón y nada. Se desesperó y lo despertó. ¨¿Dónde está tu cueca?" y él, todo borracho, medio sonánmbulo, fue al baño a buscarla, sacudió el pantalón y no había, luego la camisa y voló la cueca. Ahí se calmó ella, él sonrió y nunca más se habló del tema.
Fue en un segundo día de feria donde el clima frío no estaba a tono, pero a pesar de ello se pudo entablar un ambiente cálido, donde la gente hizo preguntas y comentarios sobre este libro.
Hablando en lo que dijo "en portuñol" contó que una noche su marido llegó borracho y cuando él se acostó y roncó, ella revisó sus cosas. En la billetera, nada, en la camisa ninguna marca, ni olor sospechoso, pero se dio cuenta que no estaba su "cueca" (calzoncillo). Buscó, sacudió la camisa, el pantalón y nada. Se desesperó y lo despertó. ¨¿Dónde está tu cueca?" y él, todo borracho, medio sonánmbulo, fue al baño a buscarla, sacudió el pantalón y no había, luego la camisa y voló la cueca. Ahí se calmó ella, él sonrió y nunca más se habló del tema.
Fue en un segundo día de feria donde el clima frío no estaba a tono, pero a pesar de ello se pudo entablar un ambiente cálido, donde la gente hizo preguntas y comentarios sobre este libro.
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