jueves, 15 de mayo de 2014

¡Quiero mi sirena y mis bolsillos llenos!

Camino por las calles de mi ciudad natal y veo afiches que anuncian la Feria del Libro (tan esperada por mi) dispuestos en uno y otro local.
Capturan mi atención y me pregunto si podré sacar uno, o dónde se consiguen…
Mi hermano aventura una suposición: esos afiches sólo se los dan a los locales o tiendas.
“Oh, vaya, qué discriminación. ¿Y qué pasa con los coleccionistas de afiches?”, me quejo mentalmente, inventando personajes de forma ridícula.
Pero con o sin mi afiche de sirena, las ganas que siento por ir a la feria me desbordan estos días. Tan ajetreada y con parciales y trabajos prácticos pendientes, y lo único en lo que pienso constantemente es en la decimoquinta versión de uno de los eventos a los que, como si de una obligación se tratase, intento ir cada año.
Sin embargo, qué triste es asistir a tan concurrido evento sin un centavo en el bolsillo. Caminar por los pasillos contrayendo mis extremidades (siempre me ha parecido curiosa la manera en que la gente se mueve dentro de una multitud, evitando el contacto físico directo de piel con piel), caminar tanto que me duelen los pies, acercándome a cada stand que ante mis ojos aparece, y mirar los preciosos empastados con impotencia, con deseo hasta que mi vista se clava en la etiqueta del precio, y entonces sentir que estos inanimados objetos me devuelven la mirada con burla (juraría que algunos hasta me sacan la lengua).
Qué triste es ir a la feria a mirar, casi no tiene sentido.
El año pasado pude salir con tres pequeños ejemplares entre mis brazos, y yo feliz y contenta, hasta que en mi camino de nubes se cruzó Inferno, del (en mi opinión) habilidoso forjador de suspenso,  Dan Brown. Y me cortó el paraíso. Me fui lamentándome.
Este año por supuesto que iré, motivadísima tanto por los libros como por conseguir información para este blog.
Sólo desearía haber ahorrado algo de mi mesada de los meses anteriores…

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